Las fábricas aceiteras que se ubican fuera de los centros de consumo y exportación benefician a las economías regionales, pero tienen mayores costos logísticos.
La distancia de las fábricas instaladas fuera de los centros de consumo y exportación incide en los costos de esas empresas que, además, deben afrontar otros gastos logísticos superiores vinculados con el almacenamiento, la conservación y la alta estructura de personal a cargo del almacenaje, además, de grandes costos financieros por la inmovilización de stock.
Esa situación se vio reflejada en un informe elaborado por Julio Calzada y Blas Rozadilla, para la Bolsa de Comercio de Rosario, en el que se destacaron los beneficios que esa industria genera para las economías regionales en las que están radicadas.
Desde la década de 1980, la Industria aceitera argentina ha acompañado el crecimiento de la producción primaria de semillas oleaginosas (soja y girasol) a través de la expansión de la capacidad de molienda e inversiones en instalaciones, con lo que se convirtió en líder mundial en la producción de harinas proteicas, aceites vegetales, biocombustibles y otros productos.
El proceso de mayor intensificación en el cultivo de soja de los últimos años ha contribuido a la concentración del crushing en plantas de mayor tamaño, cercanas a los puertos del Gran Rosario, con orientación a los mercados de exportación, lo que no se observa en otros países competidores de Argentina, como Estados Unidos y Brasil, explicaron los especialistas.
En el interior del país se radican las plantas de menor tamaño y capacidad de procesamiento, que deben afrontar mayores costos logísticos, aunque cumplen aportan a la equidad social y al desarrollo de la economía ya que: favorecen la distribución geográfica de la población; fomentan el empleo, evitando las migraciones internas,y generan una importante actividad económica en el interior.
Según Rozadilla y Calzada, un factor que afecta a las fábricas del interior son menores índices de rotación de mercadería, ya que en períodos cortos debe recibirse -para acopio- la materia prima para moler a lo largo de todo el año, debiendo mantenerse en condiciones por varios meses, generando altos costos de almacenamiento, conservación y alta estructura de personal a cargo del almacenaje, además, de grandes costos financieros por la inmovilización de stocks.
Esto genera un requerimiento superior de capacidad de almacenamiento, además de que la lejanía implica altos costos en flete para dirigir la producción a la exportación o los centros de consumo y las mayores distancias al origen de los granos no sólo generan mayores costos de transporte sino también, mayores pérdidas de calidad y mermas por manipuleo.
Otra dificultad observada por los autores es la escasa oferta de empresas o talleres especializados en el interior para el mantenimiento en plantas, mal acceso a repuestos o maquinaria específica, y los costos de transportes asociados. Sumado a que las fábricas ubicadas en el interior son, en general, más antiguas, según el informe difundido por la Bolsa rosarina.