El 19 de junio último, tan sólo nueve días antes de las elecciones de renovación parlamentaria, la presidenta de la Nación hizo repicar la campana de la antigua estación de la ciudad de Salta. Así declaró inaugurados el tren metropolitano de esa provincia; uno similar de la ciudad de Córdoba; el recorrido semiurbano entre la ciudad de Tucumán y Tafí Viejo; la prolongación del Ferrocarril Chaqueño, y la recuperación del ramal entre Lincoln, en la provincia de Buenos Aires, y la localidad pampeana de Realicó.
Ese acto, indisimuladamente proselitista, se hizo eco interesado del apasionamiento por el ferrocarril que está floreciendo en todo el país.
Los ferrocarriles argentinos, que a partir de 1955 entraron en una lenta y paulatina agonía -aunque ya estaban desactualizados en 1947, cuando el gobierno los compró a las empresas británicas y francesas-, terminaron por ser desmantelados o privatizados durante la década del 90. La que supo ser una de las diez redes más extensas del mundo devino en miles de kilómetros de vías abandonadas y de infraestructura y parques ferroviarios saqueados; en ramales prácticamente devastados; en alrededor de 800 pueblos que languidecen penosamente desde el día mismo en que el tren dejó de pasar por ellos; en miles de ferroviarios desocupados, y en rutas abarrotadas por la transferencia al transporte automotor de los servicios de cargas y de pasajeros.
Los ferrocarriles quedaron restringidos al área metropolitana y a ciertas trazas troncales, mientras en el resto del mundo seguían y siguen prestando eficientes servicios.
Se debe reconocer, no obstante, que la mayor parte de tan negativo resultado debe ser imputada a la incompetencia de la pésima administración estatal, cuyas torpezas, falta de gestión y corrupción los convirtieron en una de las actividades más deficitarias de la economía nacional: vastos sectores de la sociedad aprobaron u observaron con singular pasividad la razonable eliminación de ese cáncer que se devoraba multimillonarias partidas presupuestarias.
De a poco, ese criterio mayoritario empezó a revertirse estimulado por la nostalgia y por la convicción de que el ferrocarril todavía puede serle útil al país, siempre y cuando esté en manos capacitadas para usufructuar al máximo sus aspectos positivos.
Ahora, desde las entidades privadas especializadas en temas del riel y desde los gobiernos provinciales, se ha activado una cada vez más caudalosa y activa corriente en favor de la recuperación de los ferrocarriles. Sería arduo citar a todos y cada uno de sus componentes. A título de ejemplo baste con mencionar que la provincia de Entre Ríos ya trabaja activamente para revitalizar su antigua red ferroviaria, con la mira puesta por ahora en el trayecto de 257 kilómetros que interconecta a Paraná y Concepción del Uruguay.
En Mendoza, donde está en construcción un recorrido intraurbano que combina el tren con el tranvía, se aboga por el restablecimiento de los servicios de pasajeros que la enlacen con Buenos Aires, mientras que la provincia de San Juan aspira a sumarse a esa traza. Ha sido reactivado y ya transporta importantes cargamentos el ramal C-14, que atraviesa el famoso viaducto de La Polvorilla, mientras se moviliza desde nuestra provincia de Salta al puerto chileno de Antofagasta; en Córdoba está en período de prueba el tren urbano, entre Alta Córdoba y Rodríguez del Busto, y fue recuperado el Tren de las Sierras.
En Santa Fe está en ciernes otro servicio urbano entre la capital provincial y la localidad de Recreo, y ferromodelistas de Rafaela están reconstruyendo las vías del ramal F-2. Los tandilenses dejan oír sus reclamos por la recuperación de los servicios con Buenos Aires; en Villa Mercedes, San Luis, entró en funcionamiento la denominada Zona de Actividades Logísticas, centro de creciente movimiento de trenes de carga. En Río Negro y Neuquén se negocian el Tren del Alto Valle y el Transandino del Sur; en Santa Cruz se prepara un tren experimental para que recorra la vieja línea patagónica entre Puerto Deseado y Las Heras, y La Plata aspira a un Tren Universitario que enlace las facultades de la universidad platense.
Esas iniciativas merecerían un prudente respaldo, absolutamente despojado de derroches de recursos, de demostraciones meramente proselitistas -algunas de las inauguraciones de junio último aún no han entrado del todo en servicio- y de la fatuidad distintiva del remanido y oneroso proyecto del tren bala.
Habría que apuntar, en cambio, al mejor aprovechamiento de los esfuerzos por ahora desperdigados y a la racionalización equitativa de las cuantiosas inversiones que requeriría la paulatina reincorporación del postergado ferrocarril a las actividades productivas que tanto necesita el país.
deNeXos – 26/08/09 – MT
Fuente: La Nación